Miguel Ángel Borrego Soto
Universidad de Cádiz
Los lugares de la batalla del Guadalete en las fuentes árabes y latinas
Las hipótesis más recientes acerca de la exacta ubicación de la batalla entre los ejércitos de Tāriq y Rodrigo se fundamentan, sobre todo, en el pasaje de la anónima Crónica mozárabe de 754 que afirma cómo el rey Rodrigo, “tras reunir un gran ejército contra los árabes y los moros enviados por Muza […] fue a los Transductinis Promonturiis para luchar contra ellos […]”. Si bien esta referencia indica que las huestes de Rodrigo partieron en dirección a los montes que rodean Algeciras, la Iulia Transducta de época visigoda, o a los promontorios cercanos a ésta, uno de ellos el peñón de Gibraltar, nada en el texto resulta lo suficientemente categórico como para asegurar que la refriega tuviera lugar en algún punto concreto de esa comarca.
A partir del siglo X, la mayoría de autores árabes, desde Ibn al-Qūṭiyya hasta Aḥmad al-Rāzī, coincidirán en localizar la batalla a orillas del wādī (o nahr) Lakka, en el distrito de Šiḏūna. Si bien la excepción la marcan los Ajbār maŷmū‘a (s. XI), que afirman que fue en al-Buḥayra, en el territorio de Algeciras, e Ibn Ḥayyān (apud. Al-Maqqarī, Nafh, I), que dice que el wādī Lakka también pertenecía a aquél, la anónima Fatḥ al-Andalus, redactada entre los siglos XI y XII, detalla cómo “el rey Luḏrīq (Rodrigo) […], tras movilizar a la gente de su reino, salió hacia la zona de Algeciras […] y de este modo llegó a acampar ante el wādī Lakka, en la cora de Sidonia […]”. Otras obras de los siglos XII-XIII, como las del oriental Ibn al-Atīr, Ibn al-Abbār o al-Zuhrī afirmarán, igualmente que el choque entre los ejércitos de Rodrigo y Tāriq sucedió en el río Lakka de Šiḏūna.
Rodrigo Jiménez de Rada (1170-1247), arzobispo de Toledo, recogerá la tradición cronística árabe para señalar en su obra que el rey Rodrigo, después de reunir a todos los godos, salió al paso de los árabes y se apresuró con valentía a detenerlos. Y habiendo llegado al río que se llama Vedelac (o Vadalac, dependiendo del manuscrito), cerca de Asidona, que ahora es Jerez, el ejército africano acampó en la otra orilla”. Este texto será utilizado por la Primera Crónica General de Alfonso X, en la que leemos también que el rey Rodrigo “ayuntó todos los godos que con ell eran; et fue mucho atreuudamientre contra ellos, et fallólos en el río que dizen Guadalet, que es acerca de la cibdad de Assidonna, la que agora dizen Xerez. E los cristianos estauan aquend el río et los moros allende […].
Las fuentes árabes redactadas durante el siglo XIV continuarán ubicando la refriega junto al wādī Lakka, en la jurisdicción de Šiḏūna, desde Al-Nuwayrī hasta Ibn Jaldūn, quien la sitúa concretamente en el alfoz de Šarīš (Jerez de la Frontera), algo que el historiador norteafricano al-Maqqarī (XVI-XVII) dejará bien claro en su Nafḥ al-ṭīb cuando dice que “algunos autores que han descrito extensamente este famoso encuentro afirman que Tāriq acampó cerca de Rodrigo, hacia la mitad del mes de ramadán del año 92 [22 de junio de 711 – 21 de julio de 711], y aunque haya algunas discrepancias con las fechas, todos están de acuerdo en que la batalla fue a orillas del wādī Lakka, en el distrito de Šiḏūna”.
En efecto, también las obras geográficas diferencian perfectamente los topónimos del relato de la conquista. Así, por ejemplo, leemos en al-‛Uḏrī (s. XI) que la ciudad “de al-Buḥayra es un territorio agrícola y ganadero, de palmeras y de cría animal. El río Barbāṭ (actual Barbate) es el río que está en Šiḏūna. Los habitantes de Al-Ándalus se refugiaron en él durante algunos años de escasez, conocidos como los años del Barbāṭ, pues la gente se trasladó allí y se benefició de su fertilidad. El origen de este río proviene de la montaña conocida como Munt Šīt. Cuando el río Barbāṭ fluye con fuerza hacia al-Buḥayra, se hace difícil […]”. Esta descripción, interrumpida en ese punto en el manuscrito original, aparece de un modo similar en al-Rāzī, quien señala que, en el término de Algeciras, se halla “al-Buḥayra […], tierra de buena simentera e de buena crianza”, que “yaze sobre” el río Barbate. Otras obras redundan en lo mismo y, de este modo, el Ḏikr afirma que en las cercanías de Algeciras se halla “al-Buḥayra, tierra agrícola, ganadera y muy apropiada para la cría de abejas y animales”, análoga a la que hace Ibn Gālib. El enclave es mencionado también por Ibn al-Faraḍī en la biografía de Abū Isḥāq Ibrāhīm b. Qays (m. 360=971-2), alfaquí de la gente de Sidonia del que nuestro autor dice que era habitante de al-Buḥayra, probablemente la ciudad que describe al-‛Uḏrī en la región del mismo nombre. Por su parte, tanto la Nuzha como el Uns del ceutí al-Idrīsī (s. XII) recogen en el camino de la costa entre Algeciras y Sevilla los nombres de los ríos Barbāṭ y Bakka, este último a continuación del primero y fácilmente identificable con el Salado de Conil, entre esta población y la de Bakka (Becca, ruinas próximas a los actuales Caños de Meca). Además, en la vía terrestre que unía aquellas dos mismas ciudades al-Idrīsī cita, asimismo, Bakkat Qamarāt y, más al norte, el wādī Lakka, río a tan sólo cuatro millas de Šarīš (Jerez de la Frontera).
El Rawḍ al-Miʽtār de al-Ḥimyarī (s. XIV) habla concretamente de la ciudad de Lakka (Lakko en la edición de Lévi-Provençal), “ciudad en Al-Ándalus, de la cora de Šiḏūna, antigua, construida por el césar Uktabyān (César Augusto, 63 a. C.-14 d. C.), y cuyos restos aún subsisten, con una de las mejores fuentes termales de Al-Ándalus. Junto al río de esta Lakka, se enfrentaron Rodrigo, rey de Al-Ándalus, con su ejército de no árabes, y Tāriq b. Ziyād, con el suyo de musulmanes, el domingo 28 de ramadán del año 92 de la hégira. La batalla entre ellos se prolongó hasta el domingo siguiente, cinco de šawwāl […]”.
Otras alusiones al wādī Lakka, independientemente de las que leemos en las fuentes sobre la conquista musulmana, son también muy precisas en su localización. Es el caso de al-Zuhrī (s. XII), que señala que este río se halla al oriente de Cádiz, tuvo un puente de treinta arcos “según cuentan los cristianos en sus crónicas”, y bajaba “de los montes de Tākurūna”, para desembocar en el Océano después de recorrer cuarenta parasangas por una boca llamada Šant Bāṭar (Sancti Petri). Según Ibn Saʽīd (s. XIII), el wādī Lakk (sic) era un hermoso río que, a su paso por Šarīš (Jerez), se hallaba lleno de huertas y paisajes deliciosos, y venía a ser un compendio del río de Sevilla.
De Gayangos a Soto Chica. Teorías acerca del lugar de la batalla entre Tariq y Rodrigo
A pesar de todas estas evidencias, la historiografía del siglo XIX introdujo la teoría de que los hechos sucedieron en las inmediaciones de la laguna de La Janda (al-Buḥayra) y de los ríos Barbate (Barbāṭ) o del Salado de Conil (wādī Bakka), confundiendo a estos últimos con el wādī Lakka, al creer que el nombre derivaba del latino lacus = “lago, laguna” y aparecía en los textos traducido en el topónimo al-Buḥayra (“lago, laguna”, de ahí lo de “río del lago”) de la cora de Algeciras.
Pascual de Gayangos fue quien inició la polémica en 1840 al basarse en los datos de los Ajbār maŷmū‘a y de Ibn al-Qūṭiyya, que trasladaban el escenario de la batalla a al-Buḥayra y el wādī Bakka, error de lectura este último por parte del editor del texto en lugar del wādī Lakka del manuscrito original de Ibn al-Qūṭiyya, lugares que Gayangos identificó respectivamente con La Janda y el Barbate. Estas hipótesis calaron hondo en Eduardo Saavedra (1892), quien afianzó la teoría de identificar el wādī Lakka con el Barbate y situar el campo de batalla en La Janda (fig. 1). Reinhart Dozy (1881) redundó en lo mismo, aunque identificando el wādī Bakka con el Salado de Conil, a partir de las referencias de al-Idrīsī, y el arabista francés Edmond Fagnan, en la traducción que publicó de la obra de Ibn al-Aṯīr (Annales, 1898, p. 44, n. 1) y de al-Bayān al-Mugrib de Ibn Iḏārī (1898, II, p. 12, n. 3), corregía la expresión wādī Lakka del original por wādī Bakka, para no contradecir las tesis de Reinhart Dozy. Resulta curioso cómo una centuria más tarde, y por la misma razón, Hussain Monés haría lo mismo en su edición de la Ḥulla (19852, II, p. 333, n. 3), modificando nahr Lakka por nahr Lakko.
No obstante, Francisco Javier Simonet (1897-1903) rechazó las influyentes hipótesis de Eduardo Saavedra y la historiografía francesa, para afirmar que la batalla tuvo lugar en el río Guadalete, retomando la tesis tradicional. Poco éxito tuvieron en su momento las ideas de Simonet, pues Francisco Codera (1917), Evariste Lévi-Provençal (1932) y Claudio Sánchez Albornoz (1934) siguieron aseverando que la batalla aconteció en La Janda y a orillas del río Barbate. Sin embargo, Sánchez Albornoz (1944), tras revisar a fondo los textos y comprobar cómo la mayoría no dudaba en situar la batalla a orillas del wādī Lakka, terminó corrigiéndose a sí mismo y a toda la erudición decimonónica. Basándose, además, en al-Ḥimyarī y en las inscripciones con el nombre Lacca que habían aparecido en ánforas tipo Dressel 20 procedentes de la Bética, localizó la ciudad de Lakka junto a las ruinas de Qalsāna, antigua capital de la cora de Šiḏūna, donde el Guadalete y el Majaceite confluyen, no lejos de unos manantiales de aguas sulfurosas (fig. 2). Leopoldo Torres Balbás (1957) no dudó en apoyar los argumentos del madrileño, pero identificó la ciudad de Lakka con el castillo y baños de Gigonza, al norte de Medina Sidonia. También el profesor Genaro Chic (1979-1980) defendió las hipótesis de Claudio Sánchez Albornoz, con argumentos de tipo arqueológico relacionados con la producción de aquellas Dressel 20 en el Guadalete y la posibilidad de que la romana Lacca estuviera en la ubicación propuesta por Sánchez Albornoz, pues en ese entorno se documenta un buen número de alfares a orillas del río.
En 1973, José Miranda Calvo escribía que, por razones de estrategia y mera lógica castrense, había que descartar el avance de las tropas árabes hacia la comarca costera de La Janda, por su escaso interés táctico, y situar la batalla en el Guadalete, en algún punto entre Jerez y Arcos de la Frontera, al final de la ruta central que, desde Algeciras a Medina Sidonia, desembocaba en el cruce de caminos que conducía directamente a Sevilla, a través de Espera, y a Córdoba, por Morón y Écija. Para Pedro Chalmeta (2003), sin embargo, la refriega debió de darse en el entorno de La Janda pues, en su opinión, de la mayoría de fuentes árabes se extrae la impresión de que es el ejército árabe el que espera la llegada del visigodo, lo que debió de ser “cerca de las bases del norteafricano o en posición escogida por él mismo y, por tanto, ventajosa”. Más concluyente con esta idea se muestra el profesor Luis García Moreno quien, en sus trabajos, descarta vehementemente al Guadalete. Para este investigador, la única fuente fiable es la Crónica del 754 por su referencia a los Transductinis promonturiis, es decir, las sierras que rodean Algeciras, insistiendo en la hipótesis de que el topónimo Lakko (sic) de al-Ḥimyarī hace referencia a la laguna de La Janda y en que la confrontación tuvo lugar a orillas de uno de los ríos que desembocan en aquélla, por ejemplo, el Almodóvar. Estos argumentos los seguirá a pies juntillas José Soto Chica (2023), que añade, para sustentarlos, información sobre la manera de combatir de los ejércitos visigodo y árabe en el siglo VIII que, por cierto, en nada contradice lo expuesto por Miranda Calvo, autor al que, no obstante, omite en sus trabajos.
Una nueva propuesta de localización de Lakka y el wādī Lakka
A unos veinte kilómetros al norte de la actual Jerez de la Frontera, y dentro de su término municipal, se alza la sierra de Gibalbín, una estribación montañosa de algo más de cuatrocientos metros sobre el nivel del mar que alberga un yacimiento arqueológico, aún por excavar, con importantes vestigios, entre otros, de una urbe romana de época imperial de gran envergadura y nombre desconocido. Desde antiguo, el sitio llamó la atención de propios y extraños, y pronto los eruditos jerezanos de los siglos XVII y XVIII lo incluyeron en sus descripciones, destacando sus “muros, baños y anfiteatros”. En los años setenta del pasado siglo XX, una excursión arqueológica tomó nota de todo lo que, por entonces, aún seguía viéndose de aquellas ruinas, documentando restos de unas termas, parte del graderío de un teatro, un posible arco conmemorativo, estructuras de un posible templo, una gran cisterna o alberca de recreo, muros de edificios defensivos e, incluso, una necrópolis con ajuares de época hispano-visigoda (s. VII). De Gibalbín nacen también arroyos y otros caudales de agua, siendo el más importante de ellos el Salado de Caulina, también denominado arroyo Badalejo o Albadalejo (fig. 3), el mayor afluente del Guadalete tras el Majaceite.
Hace apenas unos años, el investigador Alberto Cuadrado Román (2007) aportaba un interesante plano del entorno de la ciudad de Jerez elaborado en el siglo XVIII por el erudito local Bartolomé Gutiérrez, en el que este arroyo Badalejo aparece con el nombre de “río Badalac”. Según Cuadrado Román, “Badalac tiene su origen en el árabe wādī y el vocablo “lac”, de la raíz latina lacus (lago)”, y debe identificarse con el wādī Lakka, que traduce como “el río del lago”, pero no el de La Janda, sino un antiguo estero que supuestamente unía el paleoestuario del Guadalete con un golfo marino que ocupaba en la antigüedad toda la zona de los llanos de Caulina. Aunque estamos de acuerdo con Alberto Cuadrado en la identificación del Badalac con el wādī Lakka, pensamos, sin embargo, que el hidrónimo no se refiere directamente a ningún lago, sino a Lakka, ciudad cuyas ruinas podrían ser las del yacimiento de la sierra de Gibalbín, en la que, además, son famosas sus aguas termales, en torno a las cuales aún se ven los restos del balneario que frecuentaban los lugareños a finales del siglo XIX y principios del XX.
La descripción que hace al-Ḥimyarī de Lakka se ajusta perfectamente a lo que existe en Gibalbín, sin embargo, varios estudios se inclinan desde hace tiempo por vincular esos restos arqueológicos con la ignota Cerit, de la que sólo conocemos, por ahora, un buen número de monedas de entre los siglos I a. C. y I d. C. con esa leyenda. Del mismo modo, el hallazgo de un fragmento de bronce con la inscripción MVN. V […] llevó también a sostener que aquella urbe se correspondía con una de las Vgia mencionadas en los itinerarios romanos en el tramo de la vía Augusta entre Gades (Cádiz) e Hispalis (Sevilla). Nada, como venimos apuntando, es concluyente, y todo apunta a que las ruinas de Gibalbín deben identificarse con la Lakka de al-Ḥimyarī. Ésta es la única referencia que existe sobre esta ciudad en la documentación escrita, junto a la de los tituli picti de las citadas ánforas Dressel 20 que, a pesar de todo, siguen generando muchas dudas. Curiosamente, la sierra de Gibalbín se conectaba mediante un antiguo estero, en el que también se atestigua la presencia de alfares romanos, al río Guadalquivir. Es posible que estos hornos cerámicos produjeran los citados recipientes oleicos, pero a falta a falta de una prueba definitiva, lo seguro es que nos encontramos con un topónimo cuyo origen debe rastrearse en la raíz indoeuropea *lak-: gr. λάκκος “cisterna”, lat. lacus, cuyo significado se vincula al de “agua remansada, estanque, lago, mar”, que, según Francisco Villar (2000), ha dejado los nombres de Lacilbula y Lacipo (Málaga), Lacimurga (Badajoz) y Lacca (Cádiz) en la onomástica meridional-ibero-pirenaica. De hecho, las ruinas de Gibalbín se alzan sobre los viejos marjales de las amplias desembocaduras del Guadalete y del Guadalquivir, cuya apariencia, en la Antigüedad, debió de ser la de grandes lagos (Lacus Ligustinus llama Avieno en su Ora marítima a la enorme entrada en el mar del río Betis) (fig. 4).
Asimismo, ya nos hemos referido a la enorme cantidad de torrentes, arroyos y a las enormes construcciones relacionadas con termas, albercas o cisternas que en ella se levantan. El topónimo Gibalbín parece derivar del árabe ŷabal al-bi’r, el “monte del pozo/cisterna”, por la posible alusión a esas construcciones o, tal vez, por ser traducción directa del nombre de la preeminente y antigua ciudad aún por desentrañar.
Para ampliar:
- CHALMETA GENDRÓN, Pedro (2003): Invasión e islamización, Publicaciones de la Universidad de Jaén, Jaén.
- CHIC GARCÍA, Genaro (1979-1980): “Lacca”, en Habis, nº. 10-11, Universidad de Sevilla, Sevilla, pp. 255-278.
- CUADRADO ROMÁN, Alberto (2007): “Los canales de Jerez”, en Revista de Historia de Jerez, nº. 14-15, Centro de Estudios Históricos Jerezanos (CEHJ), Jerez, pp. 67-90.
- GARCÍA MORENO, Luis (20142): España 702-719. La conquista musulmana, Universidad de Sevilla, Secretariado de Publicaciones, Sevilla.
- MARTÍNEZ ROMERO, Raquel (2021): “La importancia del agua: el Arroyo del Salado de Caulina en el término municipal de Jerez de la Frontera y el río Iro en el término municipal de Chiclana de la Frontera”, en RAMPAS, nº 23, Universidad de Cádiz, Cádiz, pp. 43-71.
- SÁNCHEZ ALBORNOZ, Claudio (1944): “Otra vez Guadalete y Covadonga”, en Cuadernos de Historia de España, I y II, Buenos Aires, pp. 11-114.
- SOTO CHICA, José (2023): Imperios y bárbaros. La guerra en la Edad Oscura, Desperta Ferro Ediciones, Madrid.