Abu Ya‘far Ahmad b. ‘Ali b. Muhammad b. Jatima al-Ansari, conocido como Ibn Jatima (m. 1369), era natural de Almería y fue una de las figuras más representativas de la vida intelectual de al-Andalus en la etapa nazarí del siglo XIV. Además de gramático, poeta e historiador, también fue médico y, sobre estas materias, compuso distintas obras que lo hicieron destacar en los campos del saber y de la ciencia. Entre ellas, destaca un tratado médico sobre las causas y los efectos de la epidemia de la peste negra que azotó Almería entre 1348-1349, y que causó una tremenda mortandad
Ana M. Cabo González
Universidad de Sevilla
Introducción
Las epidemias y las pandemias han sido, a lo largo de la historia de la humanidad, los acontecimientos más importantes que han contribuido a mermar las poblaciones de la tierra y las que han a diezmado ciudades y pueblos de todos los rincones del planeta.
Los grandes historiadores de todos los tiempos relatan con detalle decenas de sucesos epidémicos que asolaron los continentes, traspasando las fronteras de los países, convirtiéndose en pandemias y avanzando sin descanso en un recorrido ininterrumpido de devastación y muerte. Muchos de estos terribles acontecimientos han sido descritos en la obra que, a continuación, detallaremos.
Concepto de brote, epidemia y pandemia
Es importante distinguir entre estos tres conceptos. Un brote epidémico consiste en la aparición repentina de una enfermedad causada por una infección, que se desarrolla en un lugar determinado y se produce durante un tiempo concreto. Ejemplos de brotes son: las intoxicaciones alimentarias, la meningitis o el sarampión.
Cuando el brote de una enfermedad se propaga activamente, se convierte en epidemia, y cuando esta afecta a más de un continente, se pierde el control de la misma y se mantiene en el tiempo, hablamos de pandemia.
La peste
La peste es una enfermedad infectocontagiosa cuyo bacilo causante, el Yersinia pestis, fue descubierto en el año 1894, y cuya agresividad es del todo mortal si no se administra con rapidez un tratamiento antibiótico adecuado. El modo de transmisión de la peste viene a través de las picaduras en humanos de pulgas infectadas procedentes de roedores. Estas picaduras originan, en una de las variedades de la peste, unos tumores purulentos, llamados bubones, que se desarrollan en las zonas de las ingles, el cuello y las axilas.
La peste es, originalmente, una infección propia de ratas, ardillas, perros de la pradera, ratones de campo, gatos, conejos y una larga lista de otros animales, que transmiten la infección mediante las picaduras de sus pulgas. De todos ellos es la rata, por lo general, la que actúa en la transmisión de la enfermedad a los humanos.
La peste tiene tres formas clínicas y están ocasionadas por el mismo bacilo:
- a) Peste bubónica: es la más característica y la que hemos descrito más arriba. El paciente sin tratamiento muere en dos o tres días.
- b) Peste septicémica: es aquella en la que prolifera el bacilo en la sangre, pero no se produce el desarrollo de bubones. Es de altísima mortalidad y de rápida evolución.
- c) Peste neumónica: es la que suele aparecer como secundaria de cualquiera de las otras dos, cuando el bacilo llega al pulmón por vía sanguínea. También es de progresión rápida y mortal.
Aunque se dispone de dos vacunas par uso humano, su efectividad no es absoluta, por lo que sigue siendo una enfermedad contagiosa en zonas de África, Asia y América.
La peste, a lo largo de la historia, ha causado la muerte de más de trescientos millones de personas y, actualmente, se producen entre mil y tres mil casos anuales en todo el mundo, sobre todo, en zonas muy pobres.
Las crónicas históricas guardan en su haber infinidad de episodios de esta enfermedad, pero las tres grandes pandemias son las siguientes: la primera, la «plaga de Justiniano», que se desarrolló entre los siglos VI y VIII, la segunda, la llamada «peste negra», que produjo sucesivos brotes en Europa entre los siglos XIV y XVIII y la tercera fue la que se produjo en China durante el siglo XIX.
La pandemia de peste negra del siglo XIV
La peste negra también es conocida como muerte negra, gran plaga, plaga negra y peste bubónica.
La peste negra que se extendió por Europa estuvo activa entre los años 1347 y 1400.
Parece ser que esta pandemia se inició en Asia y llegó a Europa a través de las rutas comerciales, entrando en Mesina de la mano de los marinos que procedían de allá y extendiéndose por toda Italia. Hacia finales de 1347 y comienzos de 1348 comenzó a expandirse por Europa occidental, ocasionando la muerte de entre un 25% y un 50% de la población europea. La Península Ibérica, evidentemente, no se vio libre de los azotes de esta enfermedad y también fue presa de la misma.
No es fácil reconstruir ni la cronología ni el itinerario seguidos por la peste negra en su propagación por la Península Ibérica: los datos que se conservan nos hablan de un período de dos años como mínimo de pandemia ininterrumpida.
Al parecer, las primeras tierras hispanas afectadas fueron las islas Baleares, concretamente Mallorca, por su cercanía evidente con Italia y sus relaciones comerciales. De hecho, en Alcudia se registra la primera victima a finales del mes de marzo de 1348: Guillem Brassa. Poco tiempo después, la enfermedad arribó a las costas peninsulares y, en los primeros días de mayo de ese mismo año, está documentada la presencia de la peste negra en la costa catalana, así como en la ciudad de Valencia y, muy poco después, en la ciudad musulmana de Almería. De la costa catalana se dirigió hacia el oeste, llegando a tierras asturianas, leonesas y del norte de Portugal, donde tenemos constancia de su presencia ya en el mes de octubre. Hacia 1350 la peste negra llega a las zonas próximas a Gibraltar, cobrándose, entre otras muchas víctimas, al propio rey de Castilla Alfonso XI, que se encontraba en la comarca.
Ibn Jatima y su obra sobre la peste
Abu Ya‘far Ahmad b. ‘Ali b. Muhammad b. Jatima al-Ansari, conocido como Ibn Jatima (m. 1369), era natural de Almería y fue una de las figuras más representativas de la vida intelectual de al-Andalus en la etapa nazarí del siglo XIV.
Además de gramático, poeta e historiador, también fue médico y, sobre estas materias, compuso distintas obras que lo hicieron destacar en los campos del saber y de la ciencia. Entre ellas, destaca un tratado médico sobre las causas y los efectos de la epidemia de la peste negra que azotó Almería entre 1348-1349, y que causó una tremenda mortandad. La obra es conocida con el título de Tahsil y vio la luz en 1349.
Ibn Jatima responde en esta composición a diez cuestiones que le planteó un compañero suyo acerca de esta terrible enfermedad. Las seis primeras cuestiones son de carácter médico:
- 1. La naturaleza de la peste
- 2. Las causas generales y específicas de la peste
- 3. Los determinantes geográficos de la peste
- 4. Cómo se produce el contagio de la peste
- 5. Actuaciones para guardarse y prevenirse de la peste
- 6. El tratamiento contra la peste
Las cuatro restantes son de carácter religioso y doctrinal:
- 7. Lo que dice la ley coránica sobre la peste y otras epidemias
- 8. El significado del hadiz que dice «Negarse a ir a un territorio afectado por la peste o salir de él»
- 9. El significado del dicho del Profeta «No hay enfermedad contagiosa ni mal presagio»
- 10. Cómo es la unión de los dos hadices
En este trabajo nos centraremos en los seis primeros capítulos, que son los de carácter científico y médico.
En el Tahsil, además, se describen otras plagas ocurridas en el mundo conocido, se dan consejos a los habitantes de Almería para que se protejan de la enfermedad y se postula la teoría de que las enfermedades se transmiten a través de “organismos minúsculos que pasan de un cuerpo a otro”, adelantándose así Ibn Jatima a sus colegas de la Europa cristiana en la hipótesis de la infección microbiana y en la importancia del aislamiento de las personas como terapia principal en casos de epidemia: a menor movimiento de individuos y menor contacto entre ello, menor contagio. Actualmente, como muy bien sabemos, está demostrado que esta es la más efectiva de las actuaciones contra epidemias y pandemias.
Veamos, a continuación, algunas de las reflexiones que Ibn Jatima expresa en su obra al respecto de la peste. Los textos citados están tomados de la traducción llevada a cabo por Luisa M. Arvide Cambra.
La naturaleza de la peste
Dice Ibn Jatima que «la peste son unas úlceras que salen en las axilas y que no suelen afectar a otras partes del paciente» y que «es una enfermedad que causa la muerte en la mayoría de las ocasiones». Añade que «es una afección epidémica que ataca a la gente desde la lejanía a través del aire, y que no es causada por la comida o la bebida». Finalmente apunta que » la peste presenta el mismo cuadro clínico en todas las ciudades y países en donde ha tenido lugar, sin producirse diferencias al cambiar de territorio o de estación».
Las causas de la peste según Ibn Jatima
«La causa inmediata es la alteración del aire que rodea a los hombres y que estos respiran, es decir, el aire se troca putrefacto y corrompido».
En esta sección, Ibn Jatima narra la información que le han hecho llegar personas de su confianza diciendo, entre otras cosas, «que unos comerciantes cristianos que venían de oriente en dirección a Almería vieron frente a las costas de Turquía, a cuyos habitantes les había sobrevenido la peste, que los peces flotaban sobre la superficie del agua, malolientes y en grandes remolinos, acercándose a la costa e invadiéndolo todo de hedor».
Los determinantes geográficos de la peste
Ibn Jatima comenta que «las condiciones de las ciudades no son unánimes desde todos los puntos de vista, sino que, por el contrario, son diferentes por muchas cosas».
Las condiciones más importantes son cuatro:
- La primera tiene que ver con su cercanía o lejanía del mar. Las ciudades costeras son más calientes y húmedas y, por lo tanto, más predispuestas a esta epidemia.
- La segunda se refiere a su posición. Las ciudades construidas en dirección al sur y expuestas a los vientos del sur son más propensas a recibir esta enfermedad por la humedad y el calor que este viento trae consigo, al contrario de lo que pasa con las ciudades dirigidas hacia el norte, especialmente si están rodeadas de montañas.
- La tercera, al tipo de terreno sobre el que la ciudad se encuentre: terreno llano o terreno abrupto. Las ciudades construidas sobre las llanuras, especialmente las que se encuentran en depresiones, tienen más predisposición que las de montaña. Estas últimas, al tener un clima frío y seco, no son tan propensas a la peste.
- Y la cuarta y última está relacionada con las comidas y las bebidas de sus habitantes. Los humores de los habitantes de las ciudades que comen mucha fruta fresca, pescados y leche, y beben las aguas estancadas de los ríos y las aguas que atraviesan por maleza, cañaverales y pantanos, están más predispuestas a ser afectados por la enfermedad. Los que beben aguas sulfurosas y acerbas, como los habitantes de las termas, están menos predispuestos».
Cómo se produce el contagio de la peste
Ibn Jatima comienza su disertación sobre este tema diciendo que «sobre lo que no hay secreto ni ocultación es que la peste se contagia, se propaga y es infecciosa, y en eso consiste su daño. Todo aquel que tiene trato con un enfermo y prolonga su trato, penetra en él la nocividad del paciente y le afecta su misma enfermedad. Los vapores putrefactos de los enfermos, al salir de sus alientos al respirar, llegan al corazón y a los pulmones del que está cerca de él. Igualmente ocurre con sus ropas y las camas en las que pasan la enfermedad. La ciencia y la experiencia testimonian todo eso».
Añade que «las ciudades cuyos habitantes cuidaron celosamente de que nadie procedente de territorios infectados por la peste entrara allí, disfrutaron de la buena salud durante más tiempo, aunque finalmente hasta ellos terminaron vencidos por la enfermedad. Y que la mayoría de la gente de las ciudades vecinas de Almería afectadas por esta calamidad fechaban, en efecto, el momento del comienzo de su enfermedad con la llegada de fulano o fulana procedentes de las ciudades de la peste, trayendo consigo la muerte».
Actuaciones para guardarse y prevenirse de la peste
Ibn Jatima enumera seis actuaciones que deben llevarse a cabo para preservase del contagio de la peste:
- «La primera actuación, que las casas se orienten al norte, para que el aire fresco se lleve los vapores putrefactos; que las casas se perfumen con aromas fríos como el mirto y el sauce, y se rocíen con agua de rosas mezclada con vinagre. También se aconseja oler toronja, limón y violetas; y fumigar con sándalo después de haber refrescado con agua de rosas. Hay que evitar todos los alimentos que producen calor, también hay que evitar el sol y los fuegos.
- La segunda actuación es permanecer quieto en la medida de lo posible o moverse de manera moderada para que no se produzca un exceso de respiración y aparezca la fatiga y el cansancio.
- La tercera actuación está relacionada con los alimentos: han de tomarse panes bien fermentados, especialmente de cebada. Las carnes más recomendadas son las de animales jóvenes (gallina, perdiz, cordero, cabrito y ternero), bien limpias y cocidas con vinagre de limón, calabaza, lechuga, nabos y legumbres, siempre que todo ello haya hervido en agua caliente y se haya condimentado con vinagre. Las frutas más recomendadas son: las peras, las granadas, las ciruelas y las uvas blancas. Hay que evitar las comidas pesadas e ingerir poca cantidad de alimento.
Respecto a las bebidas, se recomienda tomar agua bien depurada y proveniente de fuentes de aguas corrientes y cristalinas. Asimismo, se pueden tomar agua de cebada, jarabe de ojimiel y de manzana mezclado con agua, así como jarabe de limón y toronja.
- La cuarta actuación tiene que ver con el sueño y la vigilia: se aconseja dormir de noche sin excederse en el tiempo de descanso porque eso corrompe los humores y es malo para el espíritu. Tampoco quedarse corto. No pasa nada si se duerme durante el día en verano. Procúrese estar en verano en habitaciones orientadas al norte, para que refresquen los vientos y en invierno, hacerlo en lugares recogidos y al abrigo.
- La quinta actuación está relacionada con el excreto y la retención. Es muy conveniente laxar el vientre con facilidad y asiduidad. Si esto no fuera posible, se ayudaría con la ingesta de guisos de peras, uvas, flores de violeta, tamarindo y otras frutas. Igualmente, orinar con regularidad. También se recomienda limpiar el estómago tomando jarabe de ojimiel con agua caliente o rosas confitas con miel y agua caliente. Se aconseja aplicar ventosas para aligerar la sangre, practicando sangrías. En cuanto al coito, debe practicarse según la costumbre, de acuerdo con la edad y la fuerza, lo que la naturaleza invite y el espíritu permita. Por lo que respecta al baño, ha de hacerse en un lugar cubierto y protegido, de atmósfera templada, con agua dulce tibia y de forma relajada. Cuando acabe, se vestirán ropas limpias y suaves de lino que hayan sido perfumadas con agua de rosas mezclada con vinagre.
- La sexta tiene que ver con los aspectos anímicos y espirituales. Buscar la alegría, el regocijo, la diversión, el gozo y la esperanza. Evítese todo lo relacionado con el miedo, el temor, la inquietud y el enfado».
El tratamiento contra la peste
Ibn Jatima enumera las actuaciones que han de llevarse a cabo una vez contraída la enfermedad, y nos dice:
«Conviene, en primer lugar, examinar al enfermo: si ves que sus venas son abundantes, su pulso es acelerado, no tiene mucha fiebre, tiene el rostro enrojecido, a veces se asfixia y vomita, tiene diarrea, convulsiones y trastorno mental, es conveniente practicarle una sangría. Eso tiene que hacerse después de que el paciente tome algo que ayude a fortalecerle el corazón y mitigue el ímpetu de la sangre, como, por ejemplo, jarabe de manzana.
A continuación, después de practicarle la sangría, el paciente tiene que volver a tomar lo mismo, y ciertamente eso le aliviará y curará; y, si no, por lo menos le servirá de paliativo hasta que muera, y le aliviará de la descomposición de los humores y los residuos putrefactos.
Si está estreñido, lo estimularás dándole en ayunas o con el estómago vacío un cocimiento templado de ciruelas, azufaifas, tamarindo y azúcar.
Si el enfermo tiene sed, le colocarás en el agua que beba una bolsita de tela rellena con una mezcla de semilla de verdolaga, julepe y zaragatona con un chorrito de agua de rosas. Si el paciente tiene la boca y los labios secos, chupará ese envoltorio y succionará su contenido; y, si le gusta, puede tragárselo.
Si vomita, le darás de beber agua caliente a sorbos hasta que su estómago esté limpio. Si el vómito es bilioso y malo, especialmente si es de color verdoso, entonces se diluirá en agua caliente jarabe de ojimiel y se le dará de beber al enfermo una buena cantidad del preparado para facilitarle el vómito.
Cuando veas que el estómago del paciente se ha limpiado o que él ya ha vomitado hasta el límite, entonces tomará arrope de granada mezclado con jugo de hierbabuena con un poco de canela en polvo. Asimismo, se untará el estómago por fuera con arrope de membrillo y se le espolvoreará encima hojas de rosas en polvo y almáciga; o se le aplicará aceite de rosas directamente.
Si tiene diarrea, le darás un remedio compuesto de arrope de membrillo y jarabe de rosas. Después, le masajearás el vientre, el ombligo y las caderas con aceite de rosas, aceite de mirto o ambos conjuntamente.
Si hay desvanecimiento y sensación de debilidad en el corazón, entonces se le reanimará con jarabe de manzana mezclado con agua de rosas almizclada; después, se le rociará el rostro, el pecho y la boca del estómago con agua de rosas mezclada con sándalo hasta que el paciente recupere la fuerza; asimismo, se le incitará a que vuelva en sí hablándole, meneándole el cuerpo y trabando conversación con él. Cuando vuelva en sí, tomará un caldo cocinado con esencia de menta y vinagre de lima, y se le ayudará a recuperar la fuerza con los medicamentos y los alimentos apropiados.
Si hay convulsiones y frío en las extremidades del enfermo, se le darán masajes suaves por todo el cuerpo sin emplear ungüento, apretando sin interrupción con las palmas de las manos sus extremidades hasta que el calor se extienda por todo su cuerpo; asimismo, se le aplicará en la nariz un sahumerio a base de madera de aroma fresca y almáciga, se le provocará el estornudo con la ayuda de una plumilla que haya sido sumergida en vinagre y se le dará continuos y bruscos tirones de pelo hasta que vuelva en sí.
Si el paciente tiene dolor de cabeza, perturbación, trastorno mental y ardores en las venas, se le empapará la cabeza con aceite de rosas mezclado con vinagre agrio o vinagre de lima y se le colocará en la frente un vendaje preparado con aceite de rosas o de violetas, vinagre y estiércol de vaca seco; se tritura todo, se tamiza y se amasa hasta que la mezcla tenga la apariencia de la pasta de la alheña; con esta masa se impregna un jirón de tela y con ello se le venda al enfermo la frente y las sienes, aplicándole a continuación aceite de rosas una y otra vez para que el vendaje no se seque; y, si se seca, se sustituye por otro igual. Asimismo, se obligará al enfermo a oler agua de rosas mezclada con vinagre y se le enjugará la barbilla y las mejillas con este combinado, lavándole a continuación los pies con agua y vinagre, ambas cosas templadas.
En resumen, hay que enfrentarse a cada uno de los síntomas y oponerse a sus causas con el correspondiente tratamiento apropiado, siendo la preocupación más importante la de reanimar el corazón y mantener su fuerza”.
Estas son algunas de las recomendaciones de Ibn Jatima.
Conclusiones
En primer lugar, la aportación de Ibn Jatima al respecto de las pandemias, en general, y de la peste, en particular, al describir pormenorizadamente la enfermedad, al demostrar empíricamente la realidad del contagio, identificar la propagación en cadena y prevenir la enfermedad mediante el confinamiento.
Y, en segundo lugar, que nada de lo que sucede hoy es nuevo. Muy al contrario, todo es muy viejo y todo se repite. Lo que sucede es que la humanidad no parece haber aprendido de su propia historia, porque piensa siempre en su inmunidad, reflejo de la soberbia de la especie y la creencia errónea de que el ser humano está por encima de casi todo, cuando la historia, nuestra historia, con solo echar una mirada atrás, nos demuestra exactamente lo contrario. Y nos enseña que las guerras, que las pandemias, que los virus mortales son el germen que ha moldeado a la humanidad a lo largo de los siglos y que, pese a nuestra evolución, nuestra globalización, nuestra modernización y nuestra tecnología, somos simples humanos mortales frente al poder absoluto de una naturaleza única, a veces bellísima y, al mismo tiempo, aterradora y mortalmente destructiva.
Para ampliar:
- Arvide Cambra, Luisa M., El tratado de la peste de Ibn Jatima (I). Cuestiones I-VI, Berlín, 2014.
- Arvide Cambra, Luisa M., El tratado de la peste de Ibn Jatima (II). Cuestiones VII-X, Berlín, 2017.
- Carranza, M. Herrera. “A propósito de pandemias: Ibn Jatima de Almería anticipa el concepto fisiopatológico de fallo multiorgánico en el siglo XIV”, Medicina Intensiva 45.6 (2021): 362-370.
- Fernández Sánchez, David, “Evolución de la peste negra en la corona de Castilla: nuevos datos para la reconstrucción histórica”, Meridies. Estudios de historia y patrimonio de la Edad Media, XIII (2022): 69-93.
- Puede verse además J. Albarrán y M. Fierro, «La peste del siglo XIV en al-Andalus«, y la bibliografía allí citada.