Futihat Siqilliyya: breve aproximación histórica a la conquista islámica de Sicilia (827-965)

En una escala macroregional, en la época de las revueltas de ‘Umar ibn Ḥafṣūn (880-917), que amenazan la supervivencia misma del emirato omeya de al-Andalus, la sociedad siciliana fue una espectadora, no silenciosa, de una importante revolución islámica: el ascenso de los fatimíes en el norte de África (909-972). Se produjo un auténtico juego de alianzas especulares que entrelaza la historia de las dos ŷazīra-s, islas/penínsulas, del Islam mediterráneo.


Giuseppe Mandalà


Mapa de Sicilia de al-Idrisi, BNF ms. Arabe 2221, ff. 223v-224r.

Sicilia fue conquistada, arabizada e islamizada entre el 827 y el 965, más de un siglo después del desembarque de Ṭāriq b. Ziyād en la Península Ibérica en el año 711. Es necesario aclarar desde el primer momento que la conquista de Sicilia no implicó la creación de un poder fuerte, autónomo e independiente, tal como lo fueron los omeyas de al-Andalus. Las causas y las razones históricas de esta “ausencia” son muchas y muy plausibles: la extensión territorial limitada de la isla y su estrecha dependencia de las cercanas costas de África y, sobre todo, su función de frontera abierta, o sea de thagr en su término árabe, constantemente abierta al ŷihād, la “guerra santa” o, mejor, “legal”.

La conquista islámica de Sicilia (827-965).

Encrucijada desde la antigüedad entre occidente y oriente, norte y sur, por su posición geográfica, Sicilia se transformó, a partir de una fecha adoptada por mera convención, el año 827, en tierra de frontera del Islam. Una frontera en la que podría siempre suscitarse el ŷihād, pues Sicilia, a pesar de hallarse bajo dominio islámico, será siempre una zona de intranquilidad, a caballo entre la dār al-Islām (es decir, los territorios en los que reina la ley islámica) y la dār al-ḥarb (territorios ajenos y extraños a la religión islámica y a la comunidad de los creyentes musulmanes o umma). Sicilia parece, por tanto, al menos en algunas áreas, “territorio de la negociación” (dār al-ṣulḥ), así como una frontera constantemente abierta y permeable.

Como hemos dicho, el 827 es una fecha meramente convencional no solo porque la conquista militar duró muchos años, sino también porque el interés de los musulmanes hacia Sicilia se remonta a la segunda mitad del siglo VII, es decir, desde la formación del poder naval islámico para luchar contra el imperio bizantino en la cuenca mediterránea. A partir de esa segunda mitad del siglo VII y, sobre todo, durante la primera mitad del siglo VIII, comenzaron a producirse una serie de ataques contra la isla procedentes de Siria y, tras la conquista del norte de África, desde los puertos de Ifrīqiya (es decir la África romana, ya que corresponde con una cierta aproximación a los estados actuales de Túnez, y parte de Libia y Argelia). En este periodo, el peligro culmina con el asedio de Siracusa en 739-40 por Ḥabīb ibn Abī ‘Ubayda. La segunda mitad del siglo VIII presenció una relativa calma, probablemente coincidiendo con la instalación de equipos de defensa instalados en Sicilia por Bizancio.

Durante las primeras décadas del siglo IX, en el Mediterráneo estaba en vigor una tregua entre musulmanes y bizantinos para proteger sus intereses comerciales y, a lo largo del siglo, Sicilia entró en la órbita política del califato abasí de Bagdad bajo los sucesores de Hārūn al-Rashīd, el califa de las Mil y una noches. En el año 800 Hārūn al-Rashīd había declarado Ifrīqiya como provincia autónoma bajo el emirato aglabí, cuyo fundador fue Ibrāhīm I ibn al-Aglab (800-812).

Lo que proporcionó el pretexto para la conquista árabe de la isla fue un episodio bastante trivial, según el relato simplificador que nos han legado las fuentes árabes y no árabes. En Siracusa el comandante militar bizantino Eufemio se rebeló contra el emperador y, tomando posesión de dicha ciudad, se presentó al tercer emir aglabí Ziyādat Allāh (817-838). Eufemio tenía la ilusión de obtener el apoyo del emir aglabí, permaneciendo en su plaza a cambio del pago de tributos. La expedición, encabezada por un juez (qāḍī) septuagenario, Asad ibn al-Furāt de origen mesopotámico, zarpó del puerto de Susa en Ifrīqiya. Definir como “árabes” a las tropas que pasaron a Sicilia sería engañoso, porque la composición del ejército musulmán era muy variada, formado principalmente por beréberes y también por andalusíes, persas, negros y eslavos que se encontraban en acción en toda la cuenca mediterránea como mercenarios bajo distintas banderas.

El comandante de las tropas, Asad ibn al-Furāt, impulsó a sus hombres inspirándolos con las palabras del Corán y discursos sobre la importancia del ŷihād. En otra palabras, este anciano se convierte rápidamente en un gāzī, un combatiente por la fe que se comprometía a actuar en el campo de batalla a favor de las doctrinas islámicas de la guerra contra los infieles.

Resumiré muy brevemente los acontecimientos militares. Después el desembarco en Mazara, en vano las tropas intentaron ir a Siracusa, capital del thema, la provincia bizantina de Sicilia bajo el mando de un estratega encargado de su defensa y administración civil. De los tres “valles” de Sicilia, el primero en caer fue, sin embargo, el “Val di Mazara” y su capital Palermo en el año 831 (en el contexto siciliano específico la palabra “valle” parece derivar del árabe wilāya que indica una “provincia”, o, mejor, un “distrito administrativo”). Después de la rendición de Palermo, los musulmanes ganaron Platani, Caltabellotta, Corleone, Marineo y Geraci entre el 839 y el 840, en el 843 Lentini y en el 859 Castrogiovanni (la actual Enna).

Siracusa, la capital de la isla, fue rodeada, y las fortalezas que la defendían fueron cayendo una después de la otra, siendo conquistada finalmente la ciudad con ferocidad en el año 878, según el relato del monje Teodosio. Después de la conquista de Siracusa la historia de la Sicilia islámica comenzó un nuevo rumbo: el epicentro de la isla se desplazó de la costa sur-oriental hacia la norte-occidental (o sea de Siracusa a Palermo), y así también la guerrilla perpetua y la economía de botín comenzaron a ceder el paso a la compleja máquina del Estado islámico. Todavía la conquista armada de la isla continuaría bajo los fatimíes y los primeros kalbíes, tanto a causa de la rebelión de ciudades y fortalezas en manos de los cristianos, como por la discordia entre los conquistadores. En fin, la conquista de la isla solo puede considerarse terminada con el asedio y la caída de Taormina y Rametta entre los años 962 y 965.

Contemporáneamente, en la larga lista de acontecimientos militares, muchos de los cuales se escapan a las escuetas crónicas árabes, aparecen las operaciones militares contra el sur de Italia, un elemento fundamental de la ya mencionada economía de botín, dirigida también hacia la Península Italiana y a todo el Mediterráneo central. Por ejemplo, hay que mencionar un ataque de un comandante aglabí contra Gaeta en el año 868, el saqueo de Génova en el 935 y, sobre todo, las agresiones reiteradas contra Calabria. Aquí en el año 902, durante el asedio de Cosenza, murió el famoso emir aglabí Ibrāhīm II ibn al-Aglab (875-902), quien se había dirigido a Sicilia para llevar a cabo una “guerra legal” contra lo infieles hasta conseguir la conquista de Roma y de Constantinopla, una campaña militar que fuese también un ŷihād “interior”, del alma, que le librara de la culpa por los crímenes cometidos en Ifrīqiya.

La presencia islámica en Sicilia e Italia peninsular (ss. IX-XIII).

En cuanto a la vida social y cultural cabe destacar que en Sicilia existió no solo el Islam ortodoxo de los aglabíes (827-910), fundamentalmente de rito malikí (y hanafí), sino también el de los heterodoxos chiíes, quienes entraron en la isla después de la derrota de los aglabíes en Ifrīqiya. Por lo tanto, desde el año 909 hasta el colapso de la dinastía kalbí (ca. 1040), el Islam siciliano reconoció el califato chií de los fatimíes, a excepción de algunas rebeliones.

Futiḥat Ṣiqilliyya, “la Sicilia fue conquistada”, es la noticia que, en el año 303/915-916 dio un hombre que llegó frente a Abū ‘Amr Maymūn, conocido como Ibn al-Ma‘lūf (probablemente muerto en 304/916-917), quien había sido juez del tribunal de los abusos (al-maẓālim) en al-Qayrawān, y después juez en Sicilia en el tiempo de los aglabíes. Todo esto ocurrió mientras el mismo al-Jushanī (m. 971), – celebérrimo autor de las biografías de los jueces de Córdoba y de los ulemas de Ifrīqiya -, leía frente a este maestro las palabras de ‘Umar b. al-Jaṭṭāb a través del Muwaṭṭa’ de Mālik. Además, al-Jushanī añadió que, a la llegada de la noticia sobre la conquista de Sicilia, su maestro “empezó a dar muestras de disgusto”, un detalle que nos sugiere la postura política filo-aglabí del ulema sobre un acontecimiento “desconocido”. En realidad, ninguna “conquista” (en árabe fatḥ) de Sicilia ocurrió aquel año: estamos frente a una alusión a la revuelta de Aḥmad b. Ziyādat Allāh b. Qarhab (913-916), un antiguo gobernador de la Trípoli libia, fiel a los aglabíes y activo en Sicilia, el cual renegó del poder de los chiíes de Ifrīqiya y pidió ayuda a los abasíes primero, y a los omeyas de al-Andalus después:

«Ese año [303/915-916] tuvo lugar un intercambio de cartas entre el que era conocido como Ibn Qarhab el aglabí – que se había rebelado en la tierra de Sicilia contra ‘Ubayd Allāh el chií, el usurpador que se había sublevado en el país de Ifrīqiya y en la tierra del Magreb – y al-Nāṣir li-Dīn Allāh [… al cual pedía] su ayuda y refuerzo; pero al- Nāṣir li-Dīn Allāh se eternizaba informándose sobre su condición y le respondía incitando su acción operativa y confirmando su proyecto. Hasta que ‘Ubayd Allāh lo derrotó en poco tiempo y su poder terminó» (Ibn Ḥayyān, al-Muqtabis V, ed. P. Chalmeta, F. Corriente, y M. Ṣubḥ, Madrid, 1979, p. 101).

El año 303 de la Hégira es cuando Ibn Qarhab se encontraba enfrentándose sin éxito a las facciones sicilianas que lo entregarían a los fatimíes. Y en particular cabe destacar que fueron los bereberes de Agrigento, capitaneados por un tal Abū l-Gufār, los que marcaron el inicio de la crisis de la breve historia de Ibn Qarhab, campeón de los árabes y de la armada (ŷund) de Sicilia.

Además durante los años 302/914-915 y 303/915-916 Ibn Qarhab continuó luchando en dos frentes, por un lado en Ifrīqiya y por otro en la Calabria bizantina. Después de estas dos debacles, la suerte le dio la espalda, como dice Ibn al-Athīr, y los habitantes de Agrigento se rebelaron contra él secundados por la gente del país (ahl al-bilād), quienes buscaron nuevamente el apoyo fatimí enviando a al-Mahdī una petición de ayuda y sumisión. El 14 de julio de 916 Ibn Qarhab intenta partir hacia al-Andalus («Ibn Qarhab quería embarcarse en dirección a al-Andalus», dice Ibn ‘Idhārī), evidentemente después de sus contactos con al-Nāṣir conocidos gracias al pasaje de Ibn Ḥayyān.

Ibn Qarhab y los suyos fueron entonces capturados por Isḥāq ibn Abī Minhāl, – quien ya había sido juez en Sicilia en tiempos de los dos hermanos Ibn Abī Jinzīr -, confiscándose todos sus bienes muebles, inmuebles y armas; posteriormente, durante el año 304/916-917, Ibn Qarhab, su hijo, el juez Ibn Jāmī y sus partidarios fueron enviados ante al-Mahdī, quien ordenó ejecutarlos según la legislación sobre la ḥirāba, la rebelión y el bandolerismo (fueron flagelados, se les cortó pies y manos, y se crucificaron sus cuerpos); un castigo que se consumó cerca de la tumba de al-Ḥasan ibn Abī Jinzīr, fuera del Bāb Salm en al-Qayrawān.

Un aspecto importante que revela el pasaje de Ibn Ḥayyān es la proyección política internacional asumida por Ibn Qarhab en el transcurso de su corta experiencia política siciliana. Como ya señaló Amari, se puede atribuír a Ibn Qarhab la paz firmada por los musulmanes de Sicilia con Zoe, regente del imperio bizantino en nombre de su hijo Constantino Porfirogéneta entre el 915 y principios del 916. El acuerdo contemplaba el cese de las incursiones contra Calabria y Puglia, que habían vuelto a estar bajo dominio bizantino, y había sido ratificado con el tributo de veintidós mil bezantes de oro cada año, una gran cantidad que habría ayudado a sembrar la discordia en las facciones sicilianas. Es posible que con esta suma se acuñaran los rubā‘ī, los cuartos de dinar en oro acuñados en Sicilia en 302/914-15 y 303/915-16, durante el periodo de Aḥmad ibn Qarhab.

Rubā‘ī, cuartos de dinar en oro, acuñados en Sicilia durante el periodo de Aḥmad ibn Qarhab (302/914-15 y 303/915-16).

Además, en la Italia peninsular, el comienzo de los desordenes políticos internos entre los musulmanes de Sicilia y la consecuente falta de apoyo, juntos al acuerdo que señalaba el cese de las hostilidades hacia Calabria y Puglia por parte de la flota siciliana, no habría ayudado a la sobrevivencia del asentamiento de los musulmanes de Garigliano, un pequeño estado fronterizo islámico localizado cerca del golfo de Gaeta. El destino estaba marcado para los musulmanes de Garigliano, quienes fueron derrotados por una “liga cristiana” formada por el mismo papa, después de tres meses de asedio, en agosto del 915 (o según otras interpretaciones en 916).

Por lo tanto, en una escala macroregional, en la época de las revueltas de ‘Umar ibn Ḥafṣūn (880-917), que amenazan la supervivencia misma del emirato omeya de al-Andalus, la sociedad siciliana fue una espectadora, no silenciosa, de una importante revolución islámica: el ascenso de los fatimíes en el norte de África (909-972). Y es interesante ver que, mientras ‘Umar ibn Ḥafṣūn buscó apoyo del fatimí al-Mahdī ‘Ubayd Allāh y abrazóla doctrina chií de los fatimíes de Ifrīqiya (913-914), el líder máximo del Islam siciliano, el aglabí Aḥmad ibn Qarhab, intercambió cartas y solicitó socorro al emir ‘Abd al-Raḥmān III al-Nāṣir en Córdoba: un auténtico juego de alianzas especulares que entrelaza la historia de las dos ŷazīra-s, islas/penínsulas, del Islam mediterráneo.

Para ampliar:

A pesar de que en las últimas décadas se asiste a un renovado interés hacia la historia de los musulmanes en Sicilia y en la Italia peninsular, la producción de textos “científicos” no supera en calidad y contenidos los resultados ya alcanzados por Michele Amari en su Storia dei Musulmani di Sicilia, 2ª ed. modificada y ampliada por el autor y anotada por C. A. Nallino, 3 vol., Catania, 1933-1939; se recomienda hacer referencia a esta obra maestra de la erudición decimonónica para profundizar cualquier consulta. Los mapas han sido extraídos de Gli Arabi in Italia. Cultura, contatti e tradizioni, F. Gabrieli y U. Scerrato (ed.), Milano, 1979, que hasta al día de hoy es la mejor (y más fiable) obra de divulgación sobre al tema.

Para ampliar los argumentos específicos aquí tratados consúltense el siguiente trabajo, de libre acceso, en https://csic.academia.edu/GiuseppeMandalà: G. Mandalà, “Una nueva fuente para la historia de la Sicilia islámica: un pasaje de al-Muqtabis V de Ibn Ḥayyān sobre la revuelta de Aḥmad ibn Qarhab (300-304/913-916)”, al-Qanṭara 33 (2012), pp. 343-374; y también G. Mandalà, “Political Martyrdom and Religious Censorship in Islamic Sicily: a Case Study During the Age of Ibrāhīm II (261-289/875-902)”, al-Qanṭara 35 (2014), pp. 151-186.
Sobre Abū ‘Amr Maymūn véase al-Jushanī, [Ṭabaqāt ‘ulamā’ Ifrīqiya] Classes des savantes de l’Ifrīqiya, ed. M. Ben Cheneb, Alger 1915, p. 193; trad. franc. Alger, 1920, p. 283, y también Amari, Storia dei Musulmani di Sicilia, II, pp. 258-259 y nota 1, 261. En cuanto a “la conquista de Sicilia”, diferentemente, C. A. Nallino pensaba en una alusión a la conquista del asentamiento islámico de Garigliano, vease ibidem, pp. VI-VII.